La noche era una maraña de sombras. ¿Qué sería de ellos? Solos. Se habían quedado solos. Sigilosamente reptaba el frío, penetrante hasta la conciencia.
"¡Qué infame traidor! Él había asegurado que uno de nosotros lo entregaría. ¿Por qué me observan de ese modo? yo no hice nada. ¿Qué le dirán? ¿De qué lo acusarán? Le había prometido... Esa miradas me acorralan."
Las sombras giraban como endemoniados trompos.
"Lo abandonamos. No quise, lo juro, no quise hacerlo. Tratamos de defenderlo, pero Él se opuso."
El frío hincaba sus espinas en el alma.
"Tuvimos miedo. Huimos como cobardes. Sus ojos están afilados como la hoja de un puñal. ¿Por qué no me dejan en paz?
¡Apresarlo a Él! ¿Qué crimen cometió? Rechazó nuestra protección. Me asfixia la oscuridad de la noche. Heladas tengo mis manos. Él , allí dentro, entre los hipócritas!
-¡A ti te hablamos! ¿Eres sordo?
-¡Ah!
-¿No estabas con ese?
-¿Yo? ¿Con...?
-Con ese embaucador.
-Con ese falso Mesías.
-Mnnn... no.
Un angustiante aleteo sacudió el viento.
"¡Maldición, me reconocieron! ¿Me denunciarán? Me azotarán o me matarán... Y yo que le había jurado que siempre..."
Habían herido al pastor. "Se dispersarán las ovejas del rebaño."
-¿No eres uno de ellos?
-¿No estabas con el nazareno?
La noche se agrietaba.
-No, no lo conozco.
"Nunca te abandonaré."
Un vagido de luz se dejaba oír a través de las grietas de la noche.
-"Te seguiré hasta el fin. Me hallará la muerte contigo."
-Tú estabas en el huerto con él.
-No, no, jamás lo vi, jamás, lo juro.
"Eternamente creeré en Ti."
El dolorido canto de un gallo estremeció el candor del alba. "Antes de que el gallo despierte la aurora con su canto, me negarás una, dos y tres veces."
Con una lágrima Pedro se alejaba entre los trémulos albores de la mañana.
María Graciela Kebani