jueves, 28 de noviembre de 2024

¿A dónde volar?

 





¿A dónde volar

si no tenemos alas?

¿A dónde huir,

si no hay ningún refugio?

¿A quién llamar,

si nadie nos responde? 

¿A quién rezar,

si nadie nos escucha? 

Abro puertas y ventanas

para que entre el sol,

la luz de la mañana.

El viento refresca

las últimas pesadillas.

La vida recomienza.

No importa si es otoño 

o primavera.

El camino se despliega

como una rosa

que ha perdido 

sus espinas.


                                  María Graciela Kebani






miércoles, 6 de noviembre de 2024

Ser o no ser

 





   Ser o no ser ¿Es esa la cuestión? No, definitivamente. Es la duda. La duda que nos taladra, que nos carcome, que nos asedia. 

     La duda interminable, recalcitrante.

    Estamos solos. Solos clamando al cielo. Solos, sumergidos en las brasas de un infierno intolerable. Y rechinan los dientes y oprimimos el viento entre las manos, inútilmente. Y cerramos los ojos ante una realidad que nos asfixia. A veces gritamos para recordar el sonido de nuestra voz, porque ya no encontramos las palabras que expresen nuestra angustia y nuestro desencanto. Y entonces la duda vuelve a importunarnos y sabemos que no nos dará tregua, que la duda no dejará lugar a ninguna certeza. Solo un cúmulo de preguntas sin respuestas.

     Y así nuestra soledad no tiene límites.


                                                                                  María Graciela Kebani



sábado, 12 de octubre de 2024

Frente a frente

 






   Giré la cabeza y me sorprendí al descubrir, frente a frente, a mi doble. Igualito. Más igualito, imposible. Sin embargo, había algo en esos ojos que me provocaban un horror indescriptible. Más lo miraba, más repulsión me causaba. No era yo, obviamente. No podía ser yo. Podía ser mi imagen duplicada, pero no era yo. No, de ninguna manera. Ni siquiera mi reflejo. Entonces...

   Ahora estoy aquí, mientras la sangre fluye como un río enrojecido.

                                                                                       María Graciela Kebani


Llovía como si fuera la primera vez.

 









    En el cielo se agolparon los relámpagos y los truenos estallaron agrietando los muros de la noche. Y nosotros esperábamos con ansia la lluvia. Pero no llovía. No, no llovía. Ni una gota. Y sentíamos la tremenda sed de la tierra en nuestra propia carne. Más reseca que la piel de una tortuga. Ya nos habíamos olvidado de la transparencia, de la frescura de la lluvia.

     Hacía meses que no llovía. Podían caer una o dos gotas y nada más. En el templo ardían las velas. No nos quedaban santos para invocar. Hasta la esperanza se nos escapaba. Acabaríamos por resignarnos. Nos habíamos acostumbrado a sobrevivir. 

    Sin embargo, aquella noche fue diferente. Parecía que en el cielo se libraba una batalla. Una batalla entre ángeles y demonios. ¿Qué se disputaban? 

    Súbitamente empezaron a caer las primeras gotas y, poco a poco, nuestros cuerpos sedientos pudieron sentir la frescura de una lluvia que como una cascada se precipitaba desde el cielo.

     Llovía como si fuera la primera vez. 

    Y nuestros ojos y nuestros labios y hasta nuestras manos se abrían como las nubes y dejaban caer la bendición de la lluvia.

                                                                               María Graciela Kebani



domingo, 22 de septiembre de 2024

¡Ni Dios puede hacerlo!

    



    A veces, escuchaba al diablo que caminaba por la terraza, bien entrada la madrugada. No podía imaginar a Satanás paseándose con aire fantasmal por mi azotea.

    Una noche decidí averiguar qué se traía entre manos. La luna, afortunadamente, andaba exhibiendo su redondo vientre de plata y las baldosas relucían hasta en los rincones. Mis ojos trataron de vislumbrar al intruso. Ni rastros. Ni siquiera su cola endemoniada.

    De repente, escuché carcajadas a mis espaldas. Y allí, delante de mí, lo vi, apuntándome con sus ojos de fuego.

  -¿Qué pretendés de mí? -lo encaré.

  -Siempre pretendo lo mismo. Firmar un pacto.

  -¿Querés mi alma? ¿A cambio de qué?

   -Vos le ponés precio.

   -¿El amor? ¿La belleza? ¿El dinero? ¿El paraíso? 

   -Todo menos el paraíso.

   -¿Y la paz entre los hombre?

   -¡Eso, imposible!

   -¿No podés garantizarme la paz?

   -Por supuesto que no. ¿En qué mundo vivís? ¡Ni Dios puede hacerlo!


                                                                     María Graciela Kebani




domingo, 1 de septiembre de 2024

Soy yo, papá

    







    De repente, escuché ruidos en el altillo. Sabía perfectamente, que allí no había nadie. Sin embargo, se oía como si alguien anduviera revolviendo las cosas acumuladas por años en ese desván. 

    El corazón me golpeaba el pecho desaforadamente. 

   No había ninguna explicación razonable.

    Me temblaban las piernas. Todo mi cuerpo se sacudía como si hubiera recibido una descarga eléctrica.

    Escuché apenas mi voz que se alzaba en medio del terror y el desconcierto: 

    "¿Quién esta ahí?"

     Y otra voz respondió:

     "Soy yo, papá."

      Pero mi padre estaba muerto.


                                                                      María Graciela Kebani

miércoles, 28 de agosto de 2024

Confabulación

 




     Todo se había confabulado para resultar sospechoso de ese crimen aberrante. Coincidían la hora, el lugar y el arma asesina se hallaba en mi mano. Ni yo mismo podía creer semejante coincidencia. Para la policía todo estaba tremendamente claro. De nada valía que negara una y otra vez que yo no había asesinado a ese hombre a quien no conocía. Sin embargo, las pruebas eran contundentes. 

      Había sangre hasta en mis manos. 


                                                                                                    María Graciela Kebani

lunes, 26 de agosto de 2024

Y yo elegí

   



  Avanzaba a tientas por un pasillo donde se enredaban y desenredaban las sombras. Unas ventanucas simulaban ventilar ese estrecho corredor que no conducía  a ningún sitio. Sin embargo, al final, cuando se disipaba la niebla,  una puerta y un cartel:

"Por aquí se accede al infierno o al paraíso. Usted elige."

 Y yo elegí.

  Lamentablemente, las abrasadoras llamaradas me impedían atisbar el camino que conducía al paraíso.


                                                                                María Graciela Kebani

miércoles, 21 de agosto de 2024

Estaba ahí

    



   Estaba ahí, parado en  una esquina brumosa y perdida, fumando. Cigarrillo tras cigarrillo. La noche con su silencio borraba los recuerdos. No era el único que esperaba. La luna deambulaba por ahí, sin rumbo, sin destino. La soledad se palpaba hasta en la sangre.

   El viento se había quedado sin voz y sin campanas.

   El invierno aún resistía y andaba colgado de los árboles. Y él seguía allí, fumando, con el frío arañándole las manos y los bolsillos de la campera, vacíos. 


                                                               María Graciela Kebani

martes, 13 de agosto de 2024

Vivir







Vivir con la vida 

y con la muerte,

y con la luz del sol

y las sombras de la noche.

Con el dolor propio 

y de los otros,

y la esperanza tan ardiente. 

Vivir  con el fuego y la ceniza,

 con más dudas que certezas,

con el silencio de Dios

y con sus ángeles. 

Vivir con la constante tentación del diablo

y sus demonios.

Vivir esperando que  la lluvia

riegue la sed  de los sembrados 

y  brote la semilla de la tierra.

Vivir con la risa desatada 

y con el llanto

 que estruja el corazón

y la garganta, 

y con  el  anhelo de  paz

que nunca llega, 

y el tormento  permanente 

de la guerra.

Vivir suplicando cada día 

por  el pan,  el trabajo, 

y la alegría,

luchando sin descanso 

por la dignidad  y la justicia.

Vivir esperando que la muerte

no nos golpee la puerta,

de repente, sin aviso,

y nos lleve, 

sin darnos tiempo

a despedirnos.

                        María Graciela Kebani


jueves, 8 de agosto de 2024

La casita de los abuelos

       





                      Por fin me detuve. Había caminado durante horas y horas y no había llegado a la casa. La memoria me había traicionado otra vez.

             No podía recordar dónde había vivido el abuelo. Fugaces imágenes se me aparecían como relámpagos iluminado apenas los recuerdos. Y veía la callecita sinuosa arbolada de plátanos gigantescos y el sol suspendido de sus ramas. Y allá, en algún lugar de esa cuadra tranquila y remota, sin tiempo y sin prisas, la casita con su porche y su jardín amorosamente cuidado por la abuela. Luego las imágenes se confundían un poco. El comedor, la cocina, el patio lleno de plantas y flores. Nada más. Un túnel oscuro por donde no podía transitar la memoria. Parecía que ni la calle ni la casa hubiesen resistido el paso de los años.

                     Ya no podría recuperar el pasado. Debía admitirlo. El pasado solo deja huellas, nada más. Si las deja en el corazón, perdurarán. De lo contrario, se esfumarán como una nube de verano.

                     Volví sobre mis pasos.

                      En algún lugar del corazón dormían mis abuelos su sueño eterno. 

                                   

                                                                                   María Graciela Kebani


       

miércoles, 24 de julio de 2024

Las pétreas murallas de la noche

 





           No estaba dispuesta a arrojarme a las vías, mientras un tren corría como una bestia salvaje atravesando las pétreas murallas de la noche. Me lanzaría sin dudar en las ramas del viento. Tal vez me transportara a algún paraíso que me recibiera después de tanto padecer. 


                                                                         María Graciela Kebani

lunes, 1 de julio de 2024

Nada que anunciara la vida


 



La lámpara apenas iluminaba la habitación. Afuera, con el viento, la luna se bamboleaba como un farol. 

Ni la mirada de un niño que encendiera una sonrisa.

Ni un gato acurrucado cerca de la calidez de un hogar.

Ni un trozo de pan sobre la mesa. 

Nadie.

Nada más que un silencio perturbador e inacabable.

Nada más que la soledad más descarnada.

Nada que anunciara la vida.


                                                                                    María Graciela Kebani

martes, 18 de junio de 2024

La novela

 




    Tenía todavía unos minutos. Así que me dispuse a continuar la novela. 

   Quería terminarla cuanto antes. Llevaba días leyendo y aún me faltaban cerca de cien páginas.

   Entonces empecé a leer y me sumergí  en la  trama. 

   El asesino se disponía a perpetrar el próximo crimen.

   De repente, la puerta se abrió violentamente y el disparo me dejó sin aliento y el libro voló por los aires y las hojas cayeron como pájaros heridos sobre el piso que empezaba a  cubrirse de sangre.  


                                                                   María Graciela Kebani

jueves, 13 de junio de 2024

Esto no es un cuento

 



    El auto se detuvo en medio de una ruta desolada. Maldije mil veces haber decidido a las apuradas visitar un pueblo insignificante perdido en las montañas. Todavía me faltaban kilómetros y kilómetros para llegar.   

      En mi desesperación traté de descubrir a algún automovilista que circulara por esa ruta perdida entre valles y quebradas que se alargaba y reptaba como una serpiente. Nada por aquí, nada por allá, como diría un mago ante un público ávido por creer cualquier portento. Mis ojos buscaban alguna luz como un sediento un oasis en medio del desierto y en el colmo de la angustia se volvieron al cielo, en busca de alguna señal o implorando algún milagro. Difícil. No sé qué haré. 

      Sin embargo, quizás, algún prodigio suceda y entonces...

      Estimado lector, no te confundas: esto no es un cuento. 

      No hay desenlace ni nada que se le parezca.  


                                                                   María Graciela Kebani

jueves, 6 de junio de 2024

Hasta que la noche...

 




           Pulsé el timbre por enésima vez. La puerta no se abría. Estaba casi seguro de que no se abriría, sin embargo, decidí permanecer ahí. Hasta que la noche, a punta de pistola, me obligara a abandonar toda esperanza.

                                                                                     María Graciela Kebani

domingo, 2 de junio de 2024

En el umbral del infierno

 





       Cuando traspasé el umbral de las puertas del averno, de inmediato advertí que la vida en la tierra podía ser más infernal aún que el propio infierno.


                                                                                        María Graciela Kebani

lunes, 27 de mayo de 2024

De noche

 


 



     De repente, la tarde se volvió noche. Se esfumaron los límites. Todo se tornaba ambiguo y desaparecía. La vida entonces adoptó el rostro ciego de la muerte y el miedo, enmascarado, cruzaba de sombras las calles.


                                                                           María Graciela Kebani

miércoles, 22 de mayo de 2024

ARREPENTIMIENTO

 






    La noche era una maraña de sombras. ¿Qué sería de ellos? Solos. Se habían quedado solos. Sigilosamente reptaba el frío, penetrante hasta la conciencia.

   "¡Qué infame traidor! Él había asegurado que uno de nosotros lo entregaría. ¿Por qué me observan de ese modo?  yo no hice nada. ¿Qué le dirán? ¿De qué lo acusarán? Le había prometido... Esa miradas me acorralan." 

      Las sombras giraban como endemoniados trompos.

      "Lo abandonamos. No quise, lo juro, no quise hacerlo. Tratamos de defenderlo, pero Él se opuso."  

       El frío hincaba sus espinas en el alma.

        "Tuvimos miedo. Huimos como cobardes. Sus ojos están afilados como la hoja de un puñal. ¿Por qué no me dejan en paz?

        ¡Apresarlo a Él! ¿Qué crimen cometió? Rechazó nuestra protección. Me asfixia la oscuridad de la noche. Heladas tengo mis manos. Él , allí dentro, entre los hipócritas! 

         -¡A ti te hablamos! ¿Eres sordo?

         -¡Ah!   

         -¿No estabas con ese? 

         -¿Yo? ¿Con...?  

          -Con ese embaucador.

          -Con ese falso Mesías.

           -Mnnn... no.

       Un angustiante aleteo sacudió el viento.

       "¡Maldición, me reconocieron! ¿Me denunciarán? Me azotarán o me matarán... Y yo que le había jurado que siempre..."

        Habían herido al pastor. "Se dispersarán las ovejas del rebaño."

      -¿No eres uno de ellos?

       -¿No estabas con el nazareno?

        La noche se agrietaba.

        -No, no lo conozco.

        "Nunca te abandonaré."

        Un vagido de luz se dejaba oír a través de las grietas de la noche.

       -"Te seguiré hasta el fin. Me hallará la muerte contigo."

      -Tú estabas en el huerto con él.

     -No, no, jamás lo vi, jamás, lo juro.

      "Eternamente creeré en Ti."

      El dolorido canto de un gallo estremeció el candor del alba. "Antes de que el gallo despierte la aurora con su canto, me negarás una, dos y tres veces."

     Con una lágrima Pedro se alejaba entre los trémulos albores de la mañana.

    

                                                              María Graciela Kebani


En el camino

 


EN EL CAMINO 

    Andaba la noche, errante, sola y en sombras. El camino ascendía no se sabía adónde, fatigosamente pedregoso, sediento de luna. De vez en cuando el viento refrescaba la pesadez del viaje. Un silencio más tremendo que el silencio de Dios.

    "¡Mienten, mienten, fanáticos embaucadores! ¡Acabaré con todos ellos, los exterminaré sin piedad!" 

     El sendero se hacía más empinado; la oscuridad, más densa, más sofocante. El sudor culebreaba por todo su cuerpo, ciñiéndole el pecho, los brazos, las piernas... Y la pendiente subía, subía, serpenteante, entre penumbras. Avanzaba a tientas, arañando las telas de la noche, tropezando con sus propios pensamientos, buscando la verdad.

     "¿Hacia dónde voy? ¿Adónde me llevan mis pasos? Ni rastros de la luna, ni una estrella para estrella para encender esta oscuridad; ni una gota de agua para calmar mi sed."

      De pronto, un súbito destello lo encandiló, hiriendo con su deslumbrante claridad hasta sus imprecaciones. sus piernas sintieron los rasguños de las piedras y el peso de sus pecados.

     "¡Ah, eres Tú! Tú quien me llama y me persigue. ¿Qué quieres de mí? ¿Dónde estás? ¿Por qué te escondes? No puedo verte. Cerraste mis ojos con tus terribles rayos. ¡Revélame la verdad! No me dejes así, caído entre tantas tinieblas. ¿Quién, quién eres? ¡No me abandones ahora que nos hemos encontrado!"

        Cuando abrió los ojos, su mirada se anegó de sombras. También la sed se había apagado.

                                                                              María Graciela Kebani


lunes, 20 de mayo de 2024

Empecé a subir...

 








    Empecé a subir. El cansancio no me daba tregua. Las piernas me pesaban y creí que la cintura se me partiría en dos.

   Subía y subía y no alcanzaba nunca al tercer piso.

    Llegué a pensar que los escalones se multiplicaban hasta el infinito.

    Me parecía que la escalera se iluminaba más y más y que una corriente de aire refrescaba mi fatiga.

     Hasta que en el colmo de mi asombro me di cuenta de que en lugar del pasillo del departamento me hallaba al borde de un precipicio y a merced de un viento que me sacudía todo el cuerpo acalambrado.

     Allá, arriba, un cielo azul reverberante.

     No miré el abismo que se abría bajo mis pies porque corría el riesgo de perder el poco equilibrio que me quedaba.


                                                                 María Graciela Kebani

viernes, 17 de mayo de 2024

A pesar de los vivos...





-Señor Ministro, nuestro enemigo ha sido absolutamente derrotado. Hemos triunfado por la fuerza de las armas... 

-Y de la razón. Nosotros teníamos la razón, no se olvide. Luchamos para defender una verdad...

-¿Qué verdad, señor Ministro?

-La verdad, señor periodista, qaue nos ha guiado, ha nutrido las ingetes obras desplegasdas por nuestro gobierno. Esa verdad que...

-Comprenado, señor Ministro, comprendo. ¿Y los muertos?

--¿Qué muertos?

-Los caídos en la guerra.

-La patria los honrará para siempre.

-Los familiares no se contentarán con la honra.

-Discúlpeme, pero el gobierno no tiene por qué contentar a nadie. Debe cumplir sus fines cueste lo que cueste.

-¿A pesar de todo?

-A pesar de los vivos... y de los muertos.

                                                                             María Graciela Kebani

jueves, 9 de mayo de 2024

La frontera del grito

 



                 

 

           Se detuvo la luna en el umbral de la noche.

          El viento, después de errar por calles brumosas, cuajadas de silencio, se recostó en                los bordes del sueño.

           Nosotros esperábamos ansiosos su llegada de un momento a otro.

          Sin embargo, pasaban las horas y no llegaba y nuestra paciencia se iba agotando. Y              ya no sabíamos qué hacer.

          Temíamos que no llegara nunca, que nos hubiera olvidado.

          Buscábamos estrellas en la tierra y flores en el cielo.

          La espera nos exasperaba.

          Escuchábamos sus pasos, pero no su voz anunciando profecías. 

          Nos sentíamos perdidos, desamparados...

          Tratábamos de no pensar que nos había abandonado. ¡Qué solos estábamos!

          Más solos que los niños en la noche.

         Más solos que los muertos. 

         Intentábamos hablar, pero no encontrábamos las palabras. 

         Tanta era nuestra angustia, nuestra desorientación, nuestra insignificancia... 

         Llegó un momento en que nuestras voces alcanzaron la frontera del grito.

                                                                     

                                                                                 María Graciela Kebani



domingo, 5 de mayo de 2024

Otra vez el silencio

 





          Las palabras estallaron como fuegos de artificio. Cuando se apagaron las luces, no quedó nada.

          Otra vez la oscuridad.

          Otra vez el silencio.


                                                                         María Graciela Kebani

domingo, 28 de abril de 2024

Monstruo

   





      Durante años me persiguió sin tregua. De noche, cuando se desplegaban las sombras y el silencio redoblaba el miedo.

       Yo veía en medio de la oscuridad sus filosos colmillos que brillaban salvajemente y me provocaban un ciego pavor. Sus ojos siempre me miraban fijos, sin parpadear, causándome un terror indescriptible. Hasta que un día me propuse acabar con esta horrenda criatura, engendro del demonio.

          Entonces, clavé mis ojos en sus ojos, como puñales, para demostrarle que no le temía.

          Ahora, después de muchos años, soy un hombre viejo, y el único monstruo que me persigue, día y noche, noche y día, es la muerte que vive amenazándome.

                                                                           

                                                                                    María Graciela Kebani

sábado, 27 de abril de 2024

Encendí todas las luces

 





Encendí todas las luces, absolutamente todas para acabar con la  pérfida oscuridad de la noche. 

Fue inútil.

Tampoco pude acabar de una buena vez con la impiedad de la muerte. 

          

                                                                    María Graciela Kebani

martes, 23 de abril de 2024

No consiguió vislumbrar su destino

 





   Atardecía. Imperceptiblemente las sombras iban velando la luz del sol. Las calles se vaciaban de viento y de ruido. 

   Y  corría como si lo persiguieran los fantasmas. 

   Corría como si lo persiguiera la muerte. Por callejones laberínticos apenas iluminados por faroles que se balanceaban entre niebla.

    Corría sin rumbo fijo, apretando los dientes y las palabras y con su sombra a cuestas. Ovillando los recuerdos.

    De repente, uno de los callejones, opacado por la bruma, se precipitó por una pendiente bastante pronunciada que desembocaba en el mar. 

    La luna se abría como una rosa de inmensa blancura sobre el oscuro cielo de la noche. 

     El mar llegaba orlado de plata a orillas de la playa. 

      Y el estaba allí, azorado, como si por primera vez contemplara la luna tan brillante, tan redonda...

      Como si por primera vez sus pies sintieran la helada caricia de las olas. 

    Intentó recordar...

     ¿Por qué había llegado hasta esa playa desierta?

     Pero el mar en su delicado vaivén no le devolvió ningún recuerdo.

     La luna se agigantó aún más, sin embargo, no consiguió vislumbrar su destino.


                                                                                      María Graciela Kebani






martes, 16 de abril de 2024

Caían como lágrimas

 





   Se me escapaban las palabras como las cuentas de un collar. Quería enhebrarlas, pero no lograba atraparlas, porque huían, huían de mis labios, de mis manos.

    Caían como lágrimas, como perlas, caían. 

     Y yo salía a buscarlas, desesperada. Pero no se dejaban atrapar. Echaban a volar como palomas y giraban, como trompos, giraban y después se perdían en el tañido de las campanas... Trepaban por las ramas del viento y yo las llamaba y las llamaba.

      Me estaba quedando sin voz sin canto, sin música, sin campanas...

      Pronto me convertiría en puro silencio.   

                                                                          María Graciela Kebani

 

viernes, 12 de abril de 2024

Los ojos de los hombres

 





             Los ojos de los hombres no podían creer lo que veían. Un vastísimo desierto que parecía expandirse hasta el infinito. Y en la arena ardiente un reguero de sangre y más allá cientos y cientos de cadáveres, mutilados. 

            Los hombres sabían perfectamente hasta dónde habían llegado. Sin embargo, aún no habían sido capaces de evaluar qué otros magníficos logros alcanzarían. 


                                                                                      María Graciela Kebani

miércoles, 27 de marzo de 2024

Tormenta

 







              

            Se abrían y se cerraban las puertas con una furia inusitada. El viento giraba desorbitado como las aspas de un molino. Los pájaros huían buscando un refugio seguro, mientras chillaban enajenados.

               Un rayo quebró en dos el cristal azogado del cielo y el trueno dejó caer, colérico, un alud de piedras y de espanto.  

             Las ventanas se abrieron y la tormenta se desplomó sobre la tierra.   

                              
                                                                                          María Graciela Kebani

sábado, 23 de marzo de 2024

Las velas de la noche

 




     En medio de la oscuridad soplaba las velas de la noche, implorando, suplicando casi sin palabras, con los ojos secos y con las manos vaciadas de esperanza.

     El silencio se alzó como una montaña de hielo. 


                                                                          María Graciela Kebani

viernes, 8 de marzo de 2024

La orfandad de la noche

 






  Corrí esperanzado hacia la puerta creyendo que ya había llegado. Cuando abrí, una ráfaga de viento me abofeteó la cara. La luz de la luna no hizo más que acentuar la orfandad de la noche.


                                                               María Graciela Kebani

jueves, 7 de marzo de 2024

Las puertas

 






   De repente, me encontré frente a tres puertas idénticas, las tres cerradas. ¿Por cuál debía entrar o por cuál debía salir?

   Aún no lo sé. Pero la llave sigue en mis manos.


                                                             María Graciela Kebani

No había nadie

 



   No había nadie. Todo había sido  abandonado. Solo un reloj continuaba imperturbable marcando las horas, los minutos, los segundos...             .


                                     María Graciela Kebani

martes, 27 de febrero de 2024

Como siempre

 



    Así comenzó todo. Así, sin darnos cuenta. La Muerte llegó sin avisar. Se presentó con total desparpajo y empezó a llevarnos uno por uno. Y no nos dio tiempo a nada. Ni siquiera a emitir una queja, o, quizás, una pregunta. Nos quedamos mudos y nos resignamos.

    Como siempre.  


                                                 María Graciela Kebani

jueves, 11 de enero de 2024

En el desván

    




    Y allí, en el desván, en el rincón de siempre, cerrado, pero con su halo de misterio. 

    En su vientre atesoraba los secretos de nuestra infancia y de nuestra  adolescencia. 

    ¿Qué pasaría si me atrevía a abrir el baúl? 

     Tendí mis manos, dispuesto a acabar con los fantasmas que me acosaban. Sin embargo, en ese preciso instante en que abría el arcón escuché como un gemido ahogado. Tembló hasta mi corazón.

      El terror me paralizó cuando el gemido se transformó en llanto. El llanto de un niño retumbó en mis oídos y traspasó mi garganta como un cuchillo. 

      El llanto se astilló entre mis manos.

                                                                                               María Graciela Kebani