Se detuvo la luna en el umbral de la noche.
El viento, después de errar por calles brumosas, cuajadas de silencio, se recostó en los bordes del sueño.
Nosotros esperábamos ansiosos su llegada de un momento a otro.
Sin embargo, pasaban las horas y no llegaba y nuestra paciencia se iba agotando. Y ya no sabíamos qué hacer.
Temíamos que no llegara nunca, que nos hubiera olvidado.
Buscábamos estrellas en la tierra y flores en el cielo.
La espera nos exasperaba.
Escuchábamos sus pasos, pero no su voz anunciando profecías.
Nos sentíamos perdidos, desamparados...
Tratábamos de no pensar que nos había abandonado. ¡Qué solos estábamos!
Más solos que los niños en la noche.
Más solos que los muertos.
Intentábamos hablar, pero no encontrábamos las palabras.
Tanta era nuestra angustia, nuestra desorientación, nuestra insignificancia...
Llegó un momento en que nuestras voces alcanzaron la frontera del grito.
María Graciela Kebani
No hay comentarios:
Publicar un comentario