lunes, 20 de mayo de 2024

Empecé a subir...

 








    Empecé a subir. El cansancio no me daba tregua. Las piernas me pesaban y creí que la cintura se me partiría en dos.

   Subía y subía y no alcanzaba nunca al tercer piso.

    Llegué a pensar que los escalones se multiplicaban hasta el infinito.

    Me parecía que la escalera se iluminaba más y más y que una corriente de aire refrescaba mi fatiga.

     Hasta que en el colmo de mi asombro me di cuenta de que en lugar del pasillo del departamento me hallaba al borde de un precipicio y a merced de un viento que me sacudía todo el cuerpo acalambrado.

     Allá, arriba, un cielo azul reverberante.

     No miré el abismo que se abría bajo mis pies porque corría el riesgo de perder el poco equilibrio que me quedaba.


                                                                 María Graciela Kebani

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