Tenía todavía unos minutos. Así que me dispuse a continuar la novela.
Quería terminarla cuanto antes. Llevaba días leyendo y aún me faltaban cerca de cien páginas.
Entonces empecé a leer y me sumergí en la trama.
El asesino se disponía a perpetrar el próximo crimen.
De repente, la puerta se abrió violentamente y el disparo me dejó sin aliento y el libro voló por los aires y las hojas cayeron como pájaros heridos sobre el piso que empezaba a cubrirse de sangre.
María Graciela Kebani
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