Avanzaba a tientas por un pasillo donde se enredaban y desenredaban las sombras. Unas ventanucas simulaban ventilar ese estrecho corredor que no conducía a ningún sitio. Sin embargo, al final, cuando se disipaba la niebla, una puerta y un cartel:
"Por aquí se accede al infierno o al paraíso. Usted elige."
Y yo elegí.
Lamentablemente, las abrasadoras llamaradas me impedían atisbar el camino que conducía al paraíso.
María Graciela Kebani
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