Vivir con la vida
y con la muerte,
y con la luz del sol
y las sombras de la noche.
Con el dolor propio
y de los otros,
y la esperanza tan ardiente.
Vivir con el fuego y la ceniza,
con más dudas que certezas,
con el silencio de Dios
y con sus ángeles.
Vivir con la constante tentación del diablo
y sus demonios.
Vivir esperando que la lluvia
riegue la sed de los sembrados
y brote la semilla de la tierra.
Vivir con la risa desatada
y con el llanto
que estruja el corazón
y la garganta,
y con el anhelo de paz
que nunca llega,
y el tormento permanente
de la guerra.
Vivir suplicando cada día
por el pan, el trabajo,
y la alegría,
luchando sin descanso
por la dignidad y la justicia.
Vivir esperando que la muerte
no nos golpee la puerta,
de repente, sin aviso,
y nos lleve,
sin darnos tiempo
a despedirnos.
María Graciela Kebani
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