¿A dónde volar
si no tenemos alas?
¿A dónde huir,
si no hay ningún refugio?
¿A quién llamar,
si nadie nos responde?
¿A quién rezar,
si nadie nos escucha?
Abro puertas y ventanas
para que entre el sol,
la luz de la mañana.
El viento refresca
las últimas pesadillas.
La vida recomienza.
No importa si es otoño
o primavera.
El camino se despliega
como una rosa
que ha perdido
sus espinas.
María Graciela Kebani
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