viernes, 3 de enero de 2025

Señales






   Y entonces el viento empezó a crecer como los ojos del espanto. Vociferaba desorbitado. Con sus manotazos perseguía las nubes que se iban acumulando como se acumula la ira hasta que explota. 

   Y el mar, allá abajo, subía, bramando como una fiera acorralada. 

   Y el mar abría sus fauces y como un dragón enfurecido echaba espuma y cubría los cielos y la tierra.

    Y en el vértigo desatado por el huracán se escucharon las plegarias de los que aún confiaban en sus dioses.

    Las voces giraron como un trompo enloquecido.

    Y el viento arrollador las diseminó por todo el universo.


                                                                                 María Graciela Kebani

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