Los ojos de los hombres no podían creer lo que veían. Un vastísimo desierto que parecía expandirse hasta el infinito. Y en la arena ardiente un reguero de sangre y más allá cientos y cientos de cadáveres, mutilados.
Los hombres sabían perfectamente hasta dónde habían llegado. Sin embargo, aún no habían sido capaces de evaluar qué otros magníficos logros alcanzarían.
María Graciela Kebani
No hay comentarios:
Publicar un comentario