Tocaron el timbre. Tuvo un mal presentimiento. Bajó casi corriendo las escaleras. Eran las diez de la noche. Cuando abrió, se topó con dos policías.
-¿Es usted Juan Bill?
-Sí, Bill con b larga. ¿Por qué?
-Tendrá que acompañarnos.
-¿Acompañarlos?
-Sí, a la comisaría.
-¿Me consideran sospechoso?
-Efectivamente. De un horrendo crimen.
-Seguramente debe haber algún horror, perdón, quise decir, error.
-No, no se preocupe. No hay ningún error, hay un cadáver. Y usted encaja con precisión en la escena del crimen.
-Y yo puedo asegurarle que mi coartada es perfecta.
-Ya los veremos.
-¿Cuál fue el arma utilizada? Les advierto que no acostumbro a usar revólveres ni a matar seres humanos.
-El arma homicida fue un puñal.
-Aguarden, por favor, que voy a buscar un abrigo.
Cuando regresó, se dirigió sin vacilaciones hacia los agentes con un puñal en la mano.
María Graciela Kebani
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