Se escucharon las doce campanadas que anunciaban la medianoche. Mientras corría desaforadamente, huyendo de sus pesadillas, advirtió que había perdido el zapato como la Cenicienta, cuando escapaba para evitar que después de la última campanada, el hechizo se esfumara y todo volviera a la normalidad.
Lamentablemente en esta historia no aparecería ningún príncipe con el zapato extraviado. No habría final feliz. Por el contrario, probablemente ni continuara esa alocada carrera, además de perder el otro zapato, perdería también la cabeza.
María Graciela Kebani
No hay comentarios:
Publicar un comentario