Los muertos
rondaban
como sombras
la memoria aletargada.
El dolor nos clavaba sus espadas
y el peso de la noche
nos agobiaba.
Y la muerte nos miraba
con su mirada hueca.
Y la muerte nos hablaba
sin pronunciar palabra.
Pero el llanto
nos ensordecía,
nos quebraba
hasta los huesos.
Y la sangre derramada
nos ahogaba,
empañaba nuestras manos,
teñía de rojo nuestras pesadillas.
Y entonces
despertábamos
para volver a soñar
con la muerte,
para volver a soñar
con los muertos.
María Graciela Kebani
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