Hacía horas que habíamos emprendido la fuga. Habíamos corrido kilómetros y kilómetros a campo traviesa. En un momento, creímos divisar una luz a lo lejos, sin embargo, cunado nos acercamos, advertimos que solo era una ilusión.
Un atardecer comprobamos que el camino se bifurcaba. Presentimos que habíamos arribado a un punto en que los senderos de la vida y de la muerte se anudaban.
Discutimos y finalmente acordamos dejar al azar la elección.
No sabemos qué nos aguarda, pero no tenemos más alternativa que seguir corriendo.
María Graciela Kebani
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