Merodeaba la muerte sobre la faz de la tierra. Agitaba sus lóbregas alas. Como un cuervo.
Y la oscuridad velaba nuestras almas. Y la noche ensombrecía aún más nuestros corazones.
Huérfanos de luz, huérfanos de fe, huérfanos de toda esperanza.
Alzábamos la mirada al cielo, buscando alguna estrella. Pero el cielo solo reflejaba el infinito vacío del Universo.
María Graciela Kebani
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