domingo, 11 de abril de 2021

De un momento a otro el tren aparecería

      


       Salí corriendo. Anochecía y eso me angustiaba aún más. Para peor me había olvidado las llaves. Busqué en la cartera, en los bolsillos y nada. No las tenía. Tampoco recordaba qué había hecho con ellas. Y corría y corría mientras escuchaba el pitido del tren. Debía andar cerca de alguna estación. Pero ni idea. Evidentemente había perdido el rumbo. Siempre vivía despistada. Mi vida era un completo despiste, con un grado de alienación notable. Desde chiquita. Una tendencia a desvariar, a imaginar lo inimaginable. Pero ahora debía volver. Dejar de correr en medio de la oscuridad y próxima a las vías del ferrocarril que indudablemente se hallaba muy cerca de mis pensamientos. Sin embargo, mis alucinaciones no me impedían percibir el ruido del tren que trepidaba por las vías y que asfixiaban el sonido chirriante de la campanilla. Entonces pensé, no sabía bien por qué: "Debo cruzar antes de que pase el tren. Tengo que llegar al otro lado".  Así que como un huracán desorbitado me lancé a cruzar la vía. Todavía chirriaba la campanilla aturdiéndome más y más. De un momento a otro el tren aparecería. 

        Allá arriba, una luna gigantesca resplandecía con un brillo alucinante.

                                                                                                     María Graciela Kebani



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