La memoria se abrió como una flor y entonces, empezaron a florecer los recuerdos. Y la infancia desplegó su abanico de luz a través de un tiempo sin límites y en un espacio dedicado al juego. La vida casi desonocía el rostro de la muerte. La Parca andaba lejos, escondida en el bosque de los sueños. Y los libros estaban allí, tentadores como un oasis en medio el desierto. Y los recuerdos se entreveraban en las páginas del libro de mi vida. Todo mi pasado escrito en esas páginas, pero no se develaban todos mis recuerdos.
La memoria empezó a cerrar su corola y dejó caer los pétalos lentamente sobre mis manos.
María Graciela Kebani
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