Cuando llegó a la cima, se dio cuenta de que ya no podía avanzar ni retroceder. Decidió quedarse allí. Después de todo, no tenía alas. Allí, donde se unía el cielo y la tierra, donde se encontraba más cerca del paraíso que del infierno. Allí, donde no podían alcanzarlo los brazos de la muerte.
María Graciela Kebani
No hay comentarios:
Publicar un comentario