miércoles, 28 de agosto de 2024

Confabulación

 




     Todo se había confabulado para resultar sospechoso de ese crimen aberrante. Coincidían la hora, el lugar y el arma asesina se hallaba en mi mano. Ni yo mismo podía creer semejante coincidencia. Para la policía todo estaba tremendamente claro. De nada valía que negara una y otra vez que yo no había asesinado a ese hombre a quien no conocía. Sin embargo, las pruebas eran contundentes. 

      Había sangre hasta en mis manos. 


                                                                                                    María Graciela Kebani

lunes, 26 de agosto de 2024

Y yo elegí

   



  Avanzaba a tientas por un pasillo donde se enredaban y desenredaban las sombras. Unas ventanucas simulaban ventilar ese estrecho corredor que no conducía  a ningún sitio. Sin embargo, al final, cuando se disipaba la niebla,  una puerta y un cartel:

"Por aquí se accede al infierno o al paraíso. Usted elige."

 Y yo elegí.

  Lamentablemente, las abrasadoras llamaradas me impedían atisbar el camino que conducía al paraíso.


                                                                                María Graciela Kebani

miércoles, 21 de agosto de 2024

Estaba ahí

    



   Estaba ahí, parado en  una esquina brumosa y perdida, fumando. Cigarrillo tras cigarrillo. La noche con su silencio borraba los recuerdos. No era el único que esperaba. La luna deambulaba por ahí, sin rumbo, sin destino. La soledad se palpaba hasta en la sangre.

   El viento se había quedado sin voz y sin campanas.

   El invierno aún resistía y andaba colgado de los árboles. Y él seguía allí, fumando, con el frío arañándole las manos y los bolsillos de la campera, vacíos. 


                                                               María Graciela Kebani

martes, 13 de agosto de 2024

Vivir







Vivir con la vida 

y con la muerte,

y con la luz del sol

y las sombras de la noche.

Con el dolor propio 

y de los otros,

y la esperanza tan ardiente. 

Vivir  con el fuego y la ceniza,

 con más dudas que certezas,

con el silencio de Dios

y con sus ángeles. 

Vivir con la constante tentación del diablo

y sus demonios.

Vivir esperando que  la lluvia

riegue la sed  de los sembrados 

y  brote la semilla de la tierra.

Vivir con la risa desatada 

y con el llanto

 que estruja el corazón

y la garganta, 

y con  el  anhelo de  paz

que nunca llega, 

y el tormento  permanente 

de la guerra.

Vivir suplicando cada día 

por  el pan,  el trabajo, 

y la alegría,

luchando sin descanso 

por la dignidad  y la justicia.

Vivir esperando que la muerte

no nos golpee la puerta,

de repente, sin aviso,

y nos lleve, 

sin darnos tiempo

a despedirnos.

                        María Graciela Kebani


jueves, 8 de agosto de 2024

La casita de los abuelos

       





                      Por fin me detuve. Había caminado durante horas y horas y no había llegado a la casa. La memoria me había traicionado otra vez.

             No podía recordar dónde había vivido el abuelo. Fugaces imágenes se me aparecían como relámpagos iluminado apenas los recuerdos. Y veía la callecita sinuosa arbolada de plátanos gigantescos y el sol suspendido de sus ramas. Y allá, en algún lugar de esa cuadra tranquila y remota, sin tiempo y sin prisas, la casita con su porche y su jardín amorosamente cuidado por la abuela. Luego las imágenes se confundían un poco. El comedor, la cocina, el patio lleno de plantas y flores. Nada más. Un túnel oscuro por donde no podía transitar la memoria. Parecía que ni la calle ni la casa hubiesen resistido el paso de los años.

                     Ya no podría recuperar el pasado. Debía admitirlo. El pasado solo deja huellas, nada más. Si las deja en el corazón, perdurarán. De lo contrario, se esfumarán como una nube de verano.

                     Volví sobre mis pasos.

                      En algún lugar del corazón dormían mis abuelos su sueño eterno. 

                                   

                                                                                   María Graciela Kebani