lunes, 30 de agosto de 2021

Aquel llanto

 


Cuando llegó a la esquina, se detuvo a esperar el cruce de la avenida. El ruido del tráfico era ensordecedor. 

La luz verde del semáforo habilitó el cruce. Pero una vez que llegó a la otra orilla, un descampado se extendió ante su mirada atónita.

No quedaban rastros de edificios, ni de tránsito, ni bocinazos.

Tanta quietud estremecía. Como esa quietud espectral que se respira en los cementerios.

Ni cruces ni lápidas. Solo una claridad neblinosa. Una sensación de infinitud, y un silencio escalofriante, lo sobrecogían.

El llanto descarnado de niños clamando desde el más brutal desamparo le estallaba en los oídos.

Mientras avanzaba, el llanto atroz de niños y niños retumbaba en su cabeza, lo aturdía y le iba perforando las entrañas. 

Las lágrimas resbalaban por su rostro como una lluvia torrencial.

Y ya no pudo continuar porque ese  llanto se le metía dentro, muy adentro y le desgarraba el corazón. Ese llanto lo sumía en la impotencia más absoluta.


                                                                                                       María Graciela Kebani

sábado, 28 de agosto de 2021

Hacia la luz




        Salió a apuñalar las sombras de la noche y con sus propias manos desenterró el sol y su fuego desenfrenado encendió de luz la vida sobre la tierra.

                                                                                                      María Graciela Kebani

Caos

 


De repente, un viento con fuerza descomunal como un dragón enfurecido lanzó ráfagas tremebundas que arrasaron ciudades, pueblos, selvas y bosques, flores y pájaros, campanas con sus campanarios. Barrieron sin piedad la memoria con todos sus recuerdos, himnos sacros y profanos, poemas, corazones...

Libros que se deshojaron como árboles.

Cielos que perdieron sus soles y sus lunas.

Plazas que giraron como calesitas y hamacas que echaron a volar como palomas.

En medio de vertiginosos torbellinos desapareció el llanto de los niños, se esfumaron dioses y miedos, sueños, deseos y las pesadillas más horrendas.

Rugieron los leones y sus rugidos fueron devorados por el arrollador vendaval.

El tiempo detuvo su carrera. No hubo más amaneceres ni sombras que parieran las noches.

No hubo palabra que pusiera fin al caos.


                                                                                                        María Graciela Kebani


miércoles, 25 de agosto de 2021

Precipicio

 



                                  Se encabritó el caballo de la noche y se precipitó al vacío.

           

                                                                            María Graciela Kebani

jueves, 19 de agosto de 2021

NO HUBO TIEMPO

 


       El ala de un pájaro descomunal cruzó el cielo y en un segundo, desapareció el sol sin dejar huellas. Hasta el aire rebasó de sombras. Entonces la noche revoloteó como un cuervo, oscuro y siniestro.

       Cuando quisieron huir, no hubo tiempo.       

                                                                                       María Graciela Kebani

jueves, 12 de agosto de 2021

El vaticinio

      


       Con la llegada de la noche, empieza mi suplicio. Sé que vendrán a asesinarme amparados por las sombras.

       En cualquier momento podría cumplirse el vaticinio. Por eso, me mantengo alerta y ante el menor indicio de ataque saco el arma para defenderme.

       Hasta que una noche despiadadamente tomentosa, mientras los truenos aturdían mis oídos y los relámpagos enceguecían mis ojos, sentí una fuerte punzada en el pecho y una lluvia de un líquido pegajoso empapó  por completo mis manos.  

                                                                                  María Graciela Kebani

lunes, 9 de agosto de 2021

EL PUENTE

 


           Bruscamente estalló en mil pedazos el puente que llegaba al cielo.

           Entonces nos quedamos solos, bogando a la deriva.

        

                                                                           María Graciela Kebani

Fantasmas

         


          La casa se hallaba en penumbras. Afuera, una niebla densa, ominosa. Las sombras merodeaban como figuras espectrales.

        Un ladrido de perros arañó el silencio y enturbió aún más la noche.

        El gato que descansaba al calor del fuego se sobresaltó cuando crujieron los escalones de la escalera.

        Se dispuso a verificar si la puerta estaba perfectamente cerrada.

        Los perros volvieron a ladrar.

        No advirtió que dentro de la casa rondaban los fantasmas que tanto temía.  


                                                    María Graciela Kebani

EL GRITO

 




       Clavó la noche su espada encendida de miles de estrellas en mi garganta. La estridencia luminosa del grito atravesó los confines del Universo.


                                                                            María Graciela Kebani

domingo, 8 de agosto de 2021

Bajo un sol agobiante

     

      El calor era insoportable. Su cuerpo destilaba agua por todos los poros. Andaba esquivando las calles soleadas. Seguramente el trayecto seguía una línea zigzagueante que demoraría la llegada.

     Sin embargo, cuando supuso que había dado con la calle, no podía encontrar la casa. Tampoco la recordaba bien. Solo la memoria guardaba la imagen de una reja negra.

    De repente, creyó encontrarse delante de ese portón.

    La casa parecía abandonada. Sin embargo, al fondo del zaguán descubierto alcanzó a divisar un gato que parecía descansar a la sombra de una enmarañada vegetación.

   Buscó el timbre, pero no lo vio. El sol daba de lleno sobre su cabeza.

   -Señor, disculpe, aquí desde hace tiempo no vive nadie.

  -¿Está seguro?

 -Por supuesto, vivo en esta cuadra hace más de diez años.

  -¿Y ese gato?

  ¿Cuál?

  -El que está allá entre aquellas plantas.

  -¡Ah! Es una escultura. Sí, los que vivían aquí amaban a los gatos.

  -Yo viví en esta casa durante los primeros años de mi niñez. Viví con mis tíos. No recuerdo casi nada de aquellos días. Sí recuerdo un gatito blanco que corría por todo el jardín del fondo. Ya no podré reconstruir aquellos años de mi vida.

    El vecino desapareció tan misteriosamente como había aparecido y lo dejó allí, bajo el sol agobiante y con los recuerdos que se entremezclaban en su memoria.

     Ya no podría saber si en aquellos años había alcanzado alguna vez el paraíso.

                                                                                              María Graciela Kebani

  

jueves, 5 de agosto de 2021

Corrí desaforadamente

 



          Corrí desaforadamente por las playas desiertas. Busqué castillos en la arena. Busqué en el mar sirenas y  otras maravillas, algún barco que me llevara lejos.

Por momentos el viento me zarandeaba como una bandera.

Mientras, un sol de fuego se hundía, allá, en un horizonte enrojecido.


                                                                                    María Graciela Kebani