miércoles, 27 de septiembre de 2023

El pacto

 

     Un ogro feroz e impiadoso asolaba a un pequeño pueblo perdido entre altísimas montañas. Entonces el alcalde decidió enviar al pícaro y astuto Gato con Botas cuyas hazañas se conocían más allá de los mares para que se deshiciera de tamaña amenaza.

    El felino, sin dudar un segundo, aceptó el desafío. Se despidió, con una elegante reverencia y prometió que en siete días regresaría para confirmarles que el peligro había desaparecido.

     El ogro lo recibió encantado. El Gato sin tapujos le planteó la misión que le habían encargado. Expeditivo, le propuso a su contrincante dirimir la cuestión a través de una partida de ajedrez. El triunfo del felino determinaría que el Ogro debería replegarse y dejar de devastar al poblado, harto ya de sus fechorías.

      Entonces, ambos se dispusieron a competir de muy buen talante.

      Como era de esperar, triunfó el Gato con Botas. Sin usar ni siquiera una espada ni derramar una gota de sangre.

      Satisfechos firmaron un tratado de paz y de amistad. De ahora en más, una nueva edad de oro, de convivencia pacífica, libre de agresiones y de violencia se mantendría por los siglos de los siglos. 

      Déjenme aclararles, amigos lectores, que este es solo un cuento.

      Cualquier semejanza con el mundo real, es mera coincidencia. 

                                                                         María Graciela Kebani

Solo encontraron muertos

 





    El viento cruzaba las esquinas de la noche.

    Vestidos de sombras andaban las fantasmas con la luna a cuestas.

     Salieron de sus cuevas los demonios buscando las almas de los hombres para incrementar el infierno con nuevos pecadores.

    Pero solo encontraron muertos. Cadáveres mutilados sobre la tierra. 

    El aire se volvió irrespirable.

    En el viento cabalgaba la muerte pregonando su victoria.


                                                                          María Graciela Kebani

viernes, 22 de septiembre de 2023

El mismo sueño

             






           Durante varias noches soñó el mismo sueño. Caminaba por un sendero de añejos plátanos que trepaban con sus ramas hacia el cielo. El crujido de las hojas revelaba una tristeza infinita. La luna andaba enredada entre las nubes. Aparecía y desaparecía como un fantasma. 

            De repente, se encontró rodeado de lápidas, cruces, bóvedas... Una atmósfera sobrecogedora. Un temblor oscuro le recorrió todo el cuerpo.

            Creyó que dormía, sin embargo, sus ojos estaban abiertos de par en par.


                                                                  María Graciela Kebani

Mi mano oprimió el vacío

 





       Estábamos tan agotados que nos sentamos en el primer banco desocupado de la plaza. Fue algo así como descubrir un oasis en medio del desierto. Yo no recuerdo cuánto tiempo estuvimos allí, a la sombra de una araucaria gigantesca. Solo sé que cuando nos levantamos para continuar nuestro camino, le tendí la mano. 

      Mi mano oprimió el vacío. 

                                                                       María Graciela Kebani

viernes, 8 de septiembre de 2023

Esquivando el destino

 





     De repente, me encontré solo, en medio de una playa desierta. Solo, con los pies hundidos en la arena, el cielo y el mar rodeándome. El reloj se hundió en el mar. Se acabó el tiempo. El espacio se tensó como la cuerda de una arco y cielo y tierra se confundieron.

      Abrí la mano y dejé que un puñado de arena se deslizara por mis dedos. Entonces me di cuenta de que en ese montoncito de arena se me iban los días, se me iba la vida y me sentí más solo que aquella gaviota que sobrevolaba el mar sin rumbo fijo, esquivando su destino.

    
                                                                                       María Graciela Kebani