Ventana abierta
a una tarde de otoño
encandilada,
suspendida
de un cielo transparente,
adormilado;
y los barcos
anclados en el puerto,
varados en el viento
que se balancea
blanco,
por entre las blancas velas.
En mi taller
el tiempo
se queda detenido;
han desaparecido
la urgencia y la rutina.
Mi cuerpo
empequeñecido
permanece, aquí,
quizás,
encarcelado.
Y el alma
desprendida
de su ancla,
a través de la ventana
se va
hacia la luz,
a la aventura.
María Graciela Kebani
No hay comentarios:
Publicar un comentario