De pronto, las palabras se precipitaron como las aguas de una casacada. Se despeñaron atropelladamente hacia el precipicio que se abría en la tierra.
Entonces los seres humanos enmudecieron. No hubo más palabras que tejieran puentes entre los hombres. Y un silencio ominoso empezó a crecer desmesuradamente desde las entrañas mismas del infierno.
María Graciela Kebani
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