La inspiración golpeó a su puerta. Le permitió pasar y, de inmediato, escribió el poema. Sin embargo, cuando llegó al último verso, consideró que el poema no lo satisfacía. Rompió la hoja con decisión inquebrantable. Habría que esperar. A través de la ventana vio cómo se iba apagando la luz del sol, mientras la noche dejaba caer el telón de sombras y silencio.
María Graciela Kebani
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