No escuchó los gritos de terror y desesperación.
No, no pudo.
No vio a los niños desangrándose en las calles.
No, no pudo verlos.
Humo y fuego por todos sitios.
Llamaradas.
Cielos ardiendo.
Tronaban furiosos los dioses de la guerra.
Estallaban edificios, estallaban árboles, campanarios.
Hasta el viento estallaba en pedazos.
Hasta el mar.
Graznidos de cuervos enloquecían el aire.
Con qué pasión segaban la vida.
Sin embargo, no conseguía olvidar.
No, nunca olvidaría.
Todo fue inútil.
Después lo supo.
María Graciela Kebani
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