jueves, 30 de diciembre de 2021

METAMORFOSIS




      Abrió repentinamente la puerta. El sol entró sin pedir permiso. Le estalló sin más en la cara. Sus ojos chorrearon luz a borbotones. Una férvida llamarada incendió su garganta. Cuando intentó hablar, un rugido de fuego lanzaron sus fauces furibundas. 

      Desde un extremo al otro, la noche destellante ardió como una hoguera.


                                                                     María Graciela Kebani

viernes, 24 de diciembre de 2021

YA ERA TARDE




No escuchó los gritos de terror y desesperación.

No, no pudo.

No vio a los niños desangrándose en las calles.

No, no pudo verlos.

Humo y fuego por todos sitios.

Llamaradas.

Cielos ardiendo.

Tronaban furiosos los dioses de la guerra. 

Estallaban edificios, estallaban árboles, campanarios.

Hasta el viento estallaba en pedazos.

Hasta el mar.

Graznidos de cuervos enloquecían el aire.

Con qué pasión segaban la vida.

Sin embargo, no conseguía olvidar.

No, nunca olvidaría.

Todo fue inútil.

Después lo supo.

                                          María Graciela Kebani



jueves, 23 de diciembre de 2021

A ORILLAS DEL PARAÍSO

 


     Cerré fuertemente los ojos; cuando los abrí, me encontré a orillas del paraíso.

                                                                                          María Graciela Kebani

lunes, 20 de diciembre de 2021

EN CUALQUIER MOMENTO...

 



No funcionaba el ascensor. Así que me dispuse a subir por las escaleras de mármol que evidenciaban el paso del tiempo.

 Empecé a ascender sin apuros hasta el  décimo  piso. A medida que ascendía la luz, paradójicamente, iba disminuyendo.

   Llegó un momento en que ya había perdido la cuenta de los pisos que iba dejando atrás.

   De pronto, creí escuchar las notas de una cajita de música. Me estremecí. Esa música me recordaba algún episodio puntual de mi juventud, pero no lograba precisarlo.

    La música resonaba cada vez más fuerte en mis oídos, mientras continuaba mi ascensión.

    La oscuridad se espesaba. No alcanzaba a vislumbrar la señalización de los pisos. 

    La melodía de la cajita musical se había convertido en una orquesta sinfónica que me aturdía más y más.

   Ya no sabia si subía o  bajaba. Si me encaminaba rumbo a los cielos o, en realidad,      descendía  a los infiernos.

   Ahora, acá estoy, en un rellano. No sé por qué, sospecho que en algún piso me está esperando, pacientemente, la muerte.

    Mientras, los timbales de esa sinfonía infernal retumban en mi cerebro. En cualquier momento todo volaría por los aires.


                                                                          María Graciela Kebani


domingo, 19 de diciembre de 2021

Amanecer

 



   En las alas de los pájaros huyeron las últimas sombras de la noche. 

   El sol vació sus copas de luz sobre la tierra.

   Había empezado a amanecer.


                                            María Graciela Kebani

domingo, 5 de diciembre de 2021

Las farolas seguían parpadeando

 



  Me desperté sobresaltado, perseguido por una horrenda pesadilla. Sin embargo, con los ojos abiertos la pesadilla continuaba. Estaba corriendo por el andén para subir a un tren que siempre se alejaba. Y no llegaba. No conseguía salir de la estación. Los trenes pasaban y no se detenían. Y la gente se iba amontonando en el andén. Mientras, la noche se dedicaba a desempacar sus maletas repletas de sombras. Poco a poco se encendían las farolas.

   De pronto, el ensordecedor campanilleo que presagiaba el arribo de otro tren. 

   Volví a despertar obnubilada por los faros de la locomotora. Ahora sí podría subir. Ahora sí. Pero el aullido feroz de la sirena volvió a despertarme. Y otra vez no logré ascender a ningún vagón.

    Y me quedé allí, mientras las farolas seguían parpadeando.

                                                                              María Graciela Kebani




viernes, 3 de diciembre de 2021

En algún momento



   En algún momento Dios pronunció la sagradas palabras: "¡Hágase la luz!" y, al instante, la luz se hizo. 

    En algún momento, el hombre quiso ser como Dios, pero en lugar de crear, comenzó a destruir la tierra que le fue concedida. 

   Una vez que se inició la conquista y colonización del planeta, la destructiva actividad humana no se detuvo.

    En algún momento, el hombre pronunció las ominosas palabras: "¡Hágase la noche!" 

    Y la noche empezó a cernirse sobre la faz de la Tierra.

                                                                                         María Graciela Kebani