Gritó con todas sus fuerzas y el grito horadó hasta los abismos marinos y desencadenó un viento huracanado que barrió culpas y pecados.
Se cerraron las puertas y las ventanas de la noche. Se abrió en la tierra un tremendo precipicio.
Y allí, en ese impresionante despeñadero se desplomaron sueños e ilusiones.
Sin embargo, en lo más profundo permaneció oculta la esperanza.
María Graciela Kebani
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