Todavía recuerdo aquellas tardes
de verano, plenas de sol y de inocencia.
El cielo era un espejo infinito,
de sueños, de esperanzas y de lirios.
Azul,
azul como el mar,
como el silencio
de una mañana de domingo.
La tierra, una copa
rezumante de vida,
espumosa, efervescente.
Recuerdo todavía con nostalgia,
aquellos días de risas y de rezos,
colmados de jazmines y de ensueños.
El cielo estaba lejos,
muy lejos,
pero podían mis manos alcanzarlo
y llenarse de estrellas, de rocío.
Allá va mi infancia,
caminando despacito
por las calles.
A la sombra acogedora
de los árboles,
de la mano del viento
y de los libros,
abiertos de par en par
como ventanas.
Allá va mi infancia,
entre música y versos,
con sus muñecas,
sonriendo,
volando
en las alas de los pájaros.
Allá va, sin prejuicios ni problemas.
El sol bulle
tanto o más
como la vida.
María Graciela Kebani
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