domingo, 12 de febrero de 2017

A Maximiliano

A Maximiliano

No se busca
 a la muerte
 tan temprano.
No se la llama,
a escondidas,
 y de madrugada.
No se la llama,
así, sin más ni más,
cuando se conoce
 apenas esta vida.
Primero se golpean
puertas y más puertas
y se abren de par en par
todas las ventanas.
Se deja que el viento
nos acaricie la cara y
 nos seque el  llanto
y la tristeza.
Se deja que el sol
 resbale suavemente,
por las manos
y que los ojos, 
sin miedos ni vergüenzas,
devuelvan al cielo la mirada.
No hay razones
para invocar
a la muerte
cuando se tiene
la vida
 por delante,
 con catorce años
 corriendo por las venas.
 No se sale a buscarla
Descreído
 para huirle a la vida
que nos dieron.
Antes se buscan
 las palabras
 y se las suelta
como una botella
 al mar
 para que alguien
la encuentre.
No se llama
a la muerte
tan temprano.
Se busca, en cambio,
 la vida
 a cada instante,
se respira la vida,
a bocanadas.
Y cuando un adolescente
se va una tarde
con la muerte
 de la mano,
nos quedan
preguntas y preguntas
sin respuestas,
 una muda impotencia
 al rojo vivo
 y un dolor infinito
que no espera
hallar alivio ni consuelo.
Porque no se busca
a la muerte tan temprano.
No se la llama,
nunca,
cuando se viven
sólo
 catorce años.


María Graciela Kebani   

No hay comentarios:

Publicar un comentario