SILENCIO
Silencio.
Ni un suspiro,
ni un gemido.
Ni el viento
atravesando el tiempo
como un cuchillo.
Silencio.
Ni un murmullo
ni un latido.
Ni siquiera un trino vibrante,
desafiante,
que abra ventanas y jaulas,
abarrotadas.
Silencio.
Ni una queja,
ni un zumbido.
Ni siquiera una voz
que se alce
fogosa,
como un grito.
Silencio.
Que nadie hable,
que nadie maldiga,
que nadie emita palabra
ni frase disonante.
Que nadie perturbe
la armonía,
que nadie altere
este equilibrio
letal, este martirio.
Silencio.
Que nadie se rebele
ante este orden
injusto.
Tiemblen.
Silencio.
Que nadie se subleve
ante el terror,
ante la muerte.
María Graciela Kebani
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