La noche es un tiempo sin campanas.
La luna, una explosión silenciosa de jazmines;
el cielo, un mosaico de estrellas y desvelos.
Ni una voz ni un alarido.
Nadie que pregunte ni responda.
Nadie que justifique este silencio.
Nada que justifique este destino.
Nada que explique la muerte y su sombra cotidiana.
María Graciela Kebani
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