Repentinamente, una luz filosa como un cuchillo rasgó los últimos jirones de sombras de la noche. En medio de un silencio sobrecogedor una voz irrumpió como una luminosa catarata.
Entonces la palabra de Dios puso en movimiento el enigma del Universo.
El reloj del tiempo empezó a marcar la hora de la vida.
María Graciela Kebani
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