domingo, 28 de abril de 2024

Monstruo

   





      Durante años me persiguió sin tregua. De noche, cuando se desplegaban las sombras y el silencio redoblaba el miedo.

       Yo veía en medio de la oscuridad sus filosos colmillos que brillaban salvajemente y me provocaban un ciego pavor. Sus ojos siempre me miraban fijos, sin parpadear, causándome un terror indescriptible. Hasta que un día me propuse acabar con esta horrenda criatura, engendro del demonio.

          Entonces, clavé mis ojos en sus ojos, como puñales, para demostrarle que no le temía.

          Ahora, después de muchos años, soy un hombre viejo, y el único monstruo que me persigue, día y noche, noche y día, es la muerte que vive amenazándome.

                                                                           

                                                                                    María Graciela Kebani

sábado, 27 de abril de 2024

Encendí todas las luces

 





Encendí todas las luces, absolutamente todas para acabar con la  pérfida oscuridad de la noche. 

Fue inútil.

Tampoco pude acabar de una buena vez con la impiedad de la muerte. 

          

                                                                    María Graciela Kebani

martes, 23 de abril de 2024

No consiguió vislumbrar su destino

 





   Atardecía. Imperceptiblemente las sombras iban velando la luz del sol. Las calles se vaciaban de viento y de ruido. 

   Y  corría como si lo persiguieran los fantasmas. 

   Corría como si lo persiguiera la muerte. Por callejones laberínticos apenas iluminados por faroles que se balanceaban entre niebla.

    Corría sin rumbo fijo, apretando los dientes y las palabras y con su sombra a cuestas. Ovillando los recuerdos.

    De repente, uno de los callejones, opacado por la bruma, se precipitó por una pendiente bastante pronunciada que desembocaba en el mar. 

    La luna se abría como una rosa de inmensa blancura sobre el oscuro cielo de la noche. 

     El mar llegaba orlado de plata a orillas de la playa. 

      Y el estaba allí, azorado, como si por primera vez contemplara la luna tan brillante, tan redonda...

      Como si por primera vez sus pies sintieran la helada caricia de las olas. 

    Intentó recordar...

     ¿Por qué había llegado hasta esa playa desierta?

     Pero el mar en su delicado vaivén no le devolvió ningún recuerdo.

     La luna se agigantó aún más, sin embargo, no consiguió vislumbrar su destino.


                                                                                      María Graciela Kebani






martes, 16 de abril de 2024

Caían como lágrimas

 





   Se me escapaban las palabras como las cuentas de un collar. Quería enhebrarlas, pero no lograba atraparlas, porque huían, huían de mis labios, de mis manos.

    Caían como lágrimas, como perlas, caían. 

     Y yo salía a buscarlas, desesperada. Pero no se dejaban atrapar. Echaban a volar como palomas y giraban, como trompos, giraban y después se perdían en el tañido de las campanas... Trepaban por las ramas del viento y yo las llamaba y las llamaba.

      Me estaba quedando sin voz sin canto, sin música, sin campanas...

      Pronto me convertiría en puro silencio.   

                                                                          María Graciela Kebani

 

viernes, 12 de abril de 2024

Los ojos de los hombres

 





             Los ojos de los hombres no podían creer lo que veían. Un vastísimo desierto que parecía expandirse hasta el infinito. Y en la arena ardiente un reguero de sangre y más allá cientos y cientos de cadáveres, mutilados. 

            Los hombres sabían perfectamente hasta dónde habían llegado. Sin embargo, aún no habían sido capaces de evaluar qué otros magníficos logros alcanzarían. 


                                                                                      María Graciela Kebani