Cuando despertó, estaba huyendo. Huyendo de todo y de todos. Corría como un viento huracanado, enceguecido, furibundo.
Corrió hasta perder el aliento y cuando llegó al borde del precipicio, se lanzó al vacío. Se halló solo ante el pétreo mutismo de las rocas.
María Graciela Kebani
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