viernes, 22 de abril de 2022

¿Dónde estaba?

     


     ¿Dónde estaba? Los atronadores estallidos le revelaron la verdad. Cádaveres diseminados por todas partes. Sangre. Aquí y allá, sangre y ruinas. Ni rastros de la ciudad bombardeada. No lo pensó más. Arrojó el arma que todavía sostenía en sus manos.

     Con las fuerzas que aún le quedaban echó a correr enajenado.

     Buscaba el sol en medio de la noche. Buscaba la vida mientras lo perseguía la muerte. 

                                                                                             María Graciela Kebani

jueves, 14 de abril de 2022

El prestidigitador

     



    Empezó el espectáculo. El mago tomó la varita. Sin embargo, advirtió con estupor que había olvidado cómo realizar el truco. 

    Entonces creyó conveniente recurrir a las palabras maravillosas: ¡Hágase la magia!" Pronunció la frase milagrosa por tres veces. Sin resultado. No hubo magia ni milagro ni nada semejante.

    El ilusionista frustrado agitó con vehemencia la varita en su afán de que se produjera el hechizo. Nada. El poder que solía esgrimir se había esfumado.

    El público espantado observó cómo la varita salía disparada al fondo del escenario y el prestidigitador desapareció tras el telón de sombras.

    Las luces se apagaron y la oscuridad cubrió la faz de la tierra.

                                                                           María Graciela Kebani


viernes, 8 de abril de 2022

PALOMAS

     





    La puerta se abrió. La casa parecía deshabitada. Solo las sombras y el silencio. Un penetrante olor a encierro impregnaba el aire. Trató de iluminarse con un encendedor. Sin embargo, la oscuridad era tan densa que apenas lograba desenmascararla. De pronto, un extraño sonido lo estremeció. Una escalera de caracol interminable se elevaba al fondo del cuarto. Otra vez el arrullo que lo sobrecogía. Alguien se ocultaba en algún rincón y  estaría burlándose de su escasa hombría. 

    Sus ojos trataban de rasgar el cortinado de tinieblas que parecía agitarse por un viento de sombras. Fue un aleteo. Un lúgubre aleteo. Su espanto se acentuaba a medida que crecían los arrullos como agua hirviendo. Las alas de un pájaro le rozaron el rostro. Había algo de diabólico en ese sonido exasperante que crecía minuto a minuto. Como una pesadilla las palomas aleteaban sobre su cabeza. Un remolino de alas y de arrullos. Y la habitación se atiborraba de palomas que agitaban sus alas con una bulla enloquecedora. Entonces descubrió que había cientos de palomas anidaban en la torre que había embellecido la casa. Quiso gritar. Pero ni un solo grito escapó de su garganta atragantada de alas.

        Las palomas y sus arrullos se abalanzaban y amenazaban derribarlo. Él también comenzó a aletear para espantarlas. En vano. Tarde o temprano las palomas acabarían asfixiándolo y lo sepultarían bajo sus alas.

                                                                                    María Graciela Kebani

domingo, 3 de abril de 2022

Perdido

     



    Con antorchas salieron a buscar al niño. Se internaron en el bosque, iluminaron cada recoveco, cada árbol, pero no hallaron ni rastros. El pequeño no aparecía. Gritaron su nombre y su nombre se perdía en el umbrío follaje de la noche. Un pájaro chilló y crujió el silencio.        

    Entonces creyeron oír el llanto de una criatura. Pero no. Ni llanto ni niño. Era el viento que ululaba entre las frondas. Decidieron abandonar la búsqueda y retomarla en las primeras horas del día.

     Sin embargo, todos creían que el pequeño no aparecería. 

     No se equivocaban.

                                                                                         María Graciela Kebani