Desde las profundas entrañas rugía el mar como un león herido.
El viento arremolinaba las olas que estallaban con toda la furia contra los acantilados.
Y el estruendo ensordecedor estremecía hasta las rocas. La humanidad bramaba desde los abismos.
En el lacerante fragor del mar bullía el ingente dolor que venimos soportando desde el principio de los tiempos.
María Graciela Kebani
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