NADIE ENCENDÍA LAS LÁMPARAS
A Felisberto Hernández
Nadie encendía
lámparas.
Nadie.
Poco a poco resbalaba
la luz
por las paredes de la noche
y entonces
las sombras
mostraban
sus rostros
oscuros,
siniestros.
Nadie encendía
lámparas.
Nadie.
Nada
se veía
ni cerca ni lejos.
Nada.
Piedras.
Un camino
tortuoso
subía
reptando.
Y un grito
hacia estallar
los cristales
del cielo.
Un grito
que horadaba
los ojos negros
de la noche.
Tumbas.
Como leones
Hambrientos
de luna
abrían sus fauces,
para vomitar
sombras
y más sombras.
Y la memoria
se volvía sombra
y las sombras
de los muertos,
como fantasmas,
retornaban
para que no se convirtiera
en cenizas
el olvido.
Nadie encendía
las lámparas.
Nadie se atrevía
a enfrentar
los ojos de los muertos.
Nadie podía,
nadie quería
encender las lámparas.
Miedo.
Remordimiento.
Las tumbas abiertas.
Esperaban que alguien,
por piedad,
encendiera las lámparas.
María Graciela Kebani
domingo, 19 de diciembre de 2010
SILENCIO
SILENCIO
Silencio.
Ni un suspiro,
ni un gemido.
Ni el viento
atravesando el tiempo
como un cuchillo.
Silencio.
Ni un murmullo
ni un latido.
Ni siquiera un trino vibrante,
desafiante,
que abra ventanas y jaulas,
abarrotadas.
Silencio.
Ni una queja,
ni un zumbido.
Ni siquiera una voz
que se alce
fogosa,
como un grito.
Silencio.
Que nadie hable,
que nadie maldiga,
que nadie emita palabra
ni frase disonante.
Que nadie perturbe
la armonía,
que nadie altere
este equilibrio
letal, este martirio.
Silencio.
Que nadie se rebele
ante este orden
injusto.
Tiemblen.
Silencio.
Que nadie se subleve
ante el terror,
ante la muerte.
María Graciela Kebani
Silencio.
Ni un suspiro,
ni un gemido.
Ni el viento
atravesando el tiempo
como un cuchillo.
Silencio.
Ni un murmullo
ni un latido.
Ni siquiera un trino vibrante,
desafiante,
que abra ventanas y jaulas,
abarrotadas.
Silencio.
Ni una queja,
ni un zumbido.
Ni siquiera una voz
que se alce
fogosa,
como un grito.
Silencio.
Que nadie hable,
que nadie maldiga,
que nadie emita palabra
ni frase disonante.
Que nadie perturbe
la armonía,
que nadie altere
este equilibrio
letal, este martirio.
Silencio.
Que nadie se rebele
ante este orden
injusto.
Tiemblen.
Silencio.
Que nadie se subleve
ante el terror,
ante la muerte.
María Graciela Kebani
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