jueves, 15 de mayo de 2025

Ese grito

 





    Así, de repente, se cayó redonda la luna en el pozo de la noche. Entonces hubo más oscuridad y más incertidumbre sobre la faz de la tierra.

    Un silencio ominoso creció de tal modo que desbordó los inciertos límites del Universo.

    Y nosotros andábamos como ciegos tanteando las paredes del cielo.

    Nos aferrábamos al viento, pero el viento nos zarandeaba de aquí  para allá, como las hojas desprendidas del otoño. 

     Y así estábamos, arrastrándonos como serpientes, tratando de vislumbrar alguna claridad, alguna estrella. 

    Y la vida resbalaba como resbala la lluvia hacia algún sombrío precipicio.

    Y nos cercaban las sombras y los sueños ya eran grotescas pesadillas.

    Y buscábamos con desesperación la manera de escapar de este pozo donde nos asfixiábamos.  

    Y ansiábamos la luz, pero solo nos topábamos con penumbras y con pavor comprobábamos que los túneles y las galerías se propagaban, se abrían y se cerraban, giraban, se apretujaban y no podíamos escapar de la trampa en la que nos hallábamos. 

     Sin embargo, creímos escuchar una voz o, quizás, un alarido que parecía anunciar una luz entre tantas tinieblas.

    Y ese solo grito nos trajo un mínimo rayo de esperanza. 


                                                                                        María Graciela Kebani


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