viernes, 24 de marzo de 2023

Promesas

 





      No podía encontrar las llaves. Entonces, como llegaría tarde al trabajo, de inmediato decidí salir por la ventana. Me subí al primer caballo que pasaba por la esquina. Galopaba con un ímpetu increíble. De pronto, me pareció que que se elevaba por los aires desplegando sus alas como Pegaso. 

       El inconveniente surgió cuando advertí que el edificio donde trabajo no se hallaba en su sitio. Seguramente el tío de Aladino, que ejercía la magia más negra que blanca, había trasladado el edificio a otro lugar. Tomé los binoculares y descubrí que las oficinas aparecían en el centro de una isla desierta. Adiós presentismo. Imposible llegar a horario. Emprendí el regreso. En un abrir y cerrar de ojos Pegaso aterrizó en la azotea de mi casa.  Y allí en la terraza recuperé las llaves perdidas y me despedí de mi servicial amigo. Así pude ingresar por la puerta como corresponde y no por la ventana. 

Me prometí a mí mismo dejar de leer tantísimas historias fantásticas.

Después de todo, la realidad nos brinda a cada instante sorpresas increíbles.


                                                                                                  María Graciela Kebani

 


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