El tren se detuvo en la estación. No subió ni bajó ningún pasajero.
Solo, allí en la penumbra, un niño. En sus manos sujetaba una maleta.
En esa valija se refugiaban sus sueños.
La bocina aturdió el aire. El tren se puso en marcha y se perdió en medio de la bruma.
La noche crecía más allá de la estación.
María Graciela Kebani
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