Todos se habían ido. Otra vez lo habían dejado solo. Solo.
Jadeando llegó a la esquina mientras las sombras de los árboles se alargaban sobre las veredas.
Bajo la luz de las farolas su sombra se adelgazaba más y más. Pronto desaparecería como un fantasma.
Después de todo era su destino.
María Graciela Kebani
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