Después de buscar por todas partes, no encontré nada. Busqué y rebusqué en la tierra, en los mares, hasta en los cielos. Y nada. Nada. Se me caían las preguntas de las manos.
El péndulo de la duda oscilaba frenético y sus oscilaciones acrecentaban aún más mi desconcierto.
Entonces, como último gesto de rebelión, resolví quemar todos los libros.
La fogata resultó descomunal. Implacablemente durante días y noches ardieron los libros.
¿Y ahora qué?
María Graciela Kebani
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