La mariposa en el
muro
Un sol de otoño parecía replegarse
detrás de los árboles que el viento iba deshojando, indiferente. Las hojas
caían y se encendían con la luz dorada que se desvanecía en el aire. Caían. Las hojas caían como caen las
lágrimas, desde lejos, desde los ojos, desde las torres, desde las nubes, desde
las campanas que tañían somnolientas. Crujían bajo los pasos inciertos de los
que pasaban. Se iban alejando con la tarde.
La madre se aproxima con dulzura al
muro, agrietado, enmohecido, recoge suavemente entre sus dedos, trémula, una
mariposa. Sus alas estallan con un colorido deslumbrante. La tarde queda
prendida en esas alas, estremecidas, luminosas. La madre con extrema dulzura acerca
esa vida temblorosa a su hijo. Los ojos del niño se abren como una rosa para
alcanzarla, mientras aletea, frágil, entre las manos protectoras que envuelven con
ternura esa brizna de vida.
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