María Graciela Kebani
viernes, 31 de octubre de 2014
Viento de sombras
Andaba en la noche un viento de sombras.
Alguien, en algún sitio, rezaba fervientemente sus letanías para que algún dios se apiadara de nosotros. ¿Qué dioses inconscientes se apiadarían? A estas alturas, ninguno.
¿Hasta cuándo seguiríamos ignorando todo lo que habíamos generado? Y seguimos. Seguimos. Pareciera que nada ni nadie puede detenernos.
Impotentes, mis manos resbalaban suavemente sobre las teclas del piano.
La música ascendió liberada como pájaros de una jaula.
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