viernes, 31 de octubre de 2014
No se abrirían
No se abrían las puertas. El cielo amenazaba con descargar su vientre hinchado, preñado de oscuras atrocidades.
Un viento enfurecido se deshacía en ominosas ráfagas.
No se abrían las puertas. Estábamos ahí. Clavados como impenitentes estacas, esperando.
Las puertas no se abrían. No se abrirían. Eso lo sabíamos.
Viento de sombras
Andaba en la noche un viento de sombras.
Alguien, en algún sitio, rezaba fervientemente sus letanías para que algún dios se apiadara de nosotros. ¿Qué dioses inconscientes se apiadarían? A estas alturas, ninguno.
¿Hasta cuándo seguiríamos ignorando todo lo que habíamos generado? Y seguimos. Seguimos. Pareciera que nada ni nadie puede detenernos.
Impotentes, mis manos resbalaban suavemente sobre las teclas del piano.
La música ascendió liberada como pájaros de una jaula.
María Graciela Kebani
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