domingo, 25 de mayo de 2025

Y yo aquí

      









    Llegaba la noche y se desataban los ruidos. Primero crujían los muebles de la habitación y luego rechinaban las maderas del piso. Por momentos el viento sacudía las persianas y alborotaba el follaje de los árboles. De cuando en cuando traía el lastimero ladrido de algún perro.

     Una canilla desvelaba dejaba caer una gota tras otra. El persistente goteo creció de tal manera que rebalsó las paredes de la habitación.

     Los fantasmas entraban y salía de los espejos y los gatos insomnes recorrían, sigilosamente, la azotea buscando algún amorío bajo la luna.

     Y yo aquí, con los oídos atentos, con la mirada abierta hurgando en las sombras, mientras los monstruos agazapados  en los rincones me espiaban y me clavaban sus ojos fosforescentes y sus púas en mis tortuosos sueños. 

    Y  yo aquí,  tratando, inútilmente, de vislumbrar alguna luz que presagiara el alba.


                                                                                               María Graciela Kebani


jueves, 15 de mayo de 2025

Ese grito

 





    Así, de repente, se cayó redonda la luna en el pozo de la noche. Entonces hubo más oscuridad y más incertidumbre sobre la faz de la tierra.

    Un silencio ominoso creció de tal modo que desbordó los inciertos límites del Universo.

    Y nosotros andábamos como ciegos tanteando las paredes del cielo.

    Nos aferrábamos al viento, pero el viento nos zarandeaba de aquí  para allá, como las hojas desprendidas del otoño. 

     Y así estábamos, arrastrándonos como serpientes, tratando de vislumbrar alguna claridad, alguna estrella. 

    Y la vida resbalaba como resbala la lluvia hacia algún sombrío precipicio.

    Y nos cercaban las sombras y los sueños ya eran grotescas pesadillas.

    Y buscábamos con desesperación la manera de escapar de este pozo donde nos asfixiábamos.  

    Y ansiábamos la luz, pero solo nos topábamos con penumbras y con pavor comprobábamos que los túneles y las galerías se propagaban, se abrían y se cerraban, giraban, se apretujaban y no podíamos escapar de la trampa en la que nos hallábamos. 

     Sin embargo, creímos escuchar una voz o, quizás, un alarido que parecía anunciar una luz entre tantas tinieblas.

    Y ese solo grito nos trajo un mínimo rayo de esperanza. 


                                                                                        María Graciela Kebani


lunes, 5 de mayo de 2025

Las palabras







Las palabras se entrelazan, tejen historias y cantan. Cantan hasta canciones de cuna. 

Las palabras se agitan, se precipitan hacia abismos insondables. 

A veces crujen, como cruje la tierra presa de un sismo.

Las palabras se agigantan, se inflan como globos y explotan, fulguran, truenan y se 

expanden por todo el Universo.

Las palabras gritan, se arrodillan y rezan, se yerguen como las semillas que poquito a poco 

germinan en la tierra.

Son rosas que se abren y ocultan sus espinas.

Son estrellas que brillan con su propio brillo.

Y de una galera mágica hacen aparecer palomas que ascienden buscando el cielo. No 

existen jaulas que las encierren; no existen vallas que las detengan.

Las palabras nos atraviesan, nos liberan, nos elevan por los aires y nos recuerdan a cada 

instante nuestra condición de humanos. Y las palabras revolotean, aletean. Son mariposas 

que escapan de los labios y nos abren el corazón y la memoria.  


                                                                                 María Graciela Kebani