martes, 19 de julio de 2011

Detrás del telón

La luna trepaba por los escalones de la noche, brillante como un ojo de gato.
No encontró la calle que buscaba. Pasajes, callejones, cortadas que se entrecruzaban ante su mirada perpleja. Otra vez y otra. Había perdido la cuenta como ya había perdido la vida. Poco a poco.
No supo qué hacer. Tembló. Instintivamente se aferró al papel. Una ráfaga helada sacudió hasta sus recuerdos. ¿Dónde estaba el cielo? ¿Dónde el paraíso prometido? Sólo conocía el infierno. ¿Por qué?
Un silbido ensordecedor, inacabable, y el tren atravesando la noche. Como un rayo. Otra vez. La historia siempre se repite con leves variaciones.
Las líneas se cruzan, se entrecruzan, se enmarañan.
No hay marcha atrás. Sus ojos revolvieron las sombras, buscando.
Ahora con desesperación, cercana al estallido. No quería admitirlo. Ni calle, ni número ni edificio ni... Nada. ¿Cómo se extravió de esa manera? ¿En qué escenario quedó varado? ¿A quién preguntar? Ni un apuntador diestro que le recordara el libreto.
Volvió a mirar el papel, ajado, manoseado. Leyó nuevamente las palabras y los números. Por centésima vez. Pero no entendió. ¿Qué podía entender? ¿Qué debía? ¿Qué haría allí? En medio de la nada. Esperando que se alzara el telón.
Sin embargo, la función hacía ya tiempo que había empezado. No sabía cuándo terminaría.
No sabía cuándo bajaría el telón.

María Graciela Kebani

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