sábado, 24 de septiembre de 2016

HASTÍO








         Una lluvia finita, transparente. El sol se nos había ido de las manos. Resbaló por entre las nubes agrisadas, de un gris saturado de nostalgia. Hacía ya muchos días, muchos, que nuestros ojos solo veían agua, solo agua deslizarse por los cristales. No había manera de recordar. Ya no podíamos. Se nos iban yendo también los pájaros. Poco a poco. Y el viento anidaba en los nidos vacíos. Y el sueño tejía y destejía los recuerdos. Crecía el hastío como crecen las sombras cuando la noche empieza a abrir sus pétalos. Y era gris hasta el silencio que respirábamos. Y era gris el cielo que buscábamos, allá arriba, desamparados. Y aún más gris y eterna se volvía la espera. Y no encontrábamos las palabras que nos devolvieran las ilusiones perdidas. Llueve suavemente desde hace tiempo. La lluvia no acaba de resbalar sobre los árboles, sobre los tejados, sobre las plazas, sobre las fuentes… Cae, cae desde nuestra perpleja mirada hasta nuestras manos empapándonos de una extraña melancolía. Llueve y aún no advertimos que la vida también se desliza inexorablemente hacia la noche. 
                                                                                               
                                                                                            María Graciela Kebani

Confieso que he leído

UNA AUTOBIOGRAFÍA DE LECTURA

          Me resulta sumamente difícil elegir sólo dos libros después de haber leído más de mil y un libros. ¿Cómo seleccionar un solo libro que me haya resultado entrañable, cuando son muchísimas las lecturas que han marcado mi vida? De todas maneras, deberé ceñirme a la consigna. Aunque sé muy bien que se filtrará más de un título. Sabrán disculparme. La literatura es más fuerte. Si vuelvo a mis primeras lecturas, tal vez, me vea obligada a reconocer que uno de los libros que me marcó la infancia y mis primeros pasos hacia el mundo de la ficción y de la imaginación fue sin dudas, Las mil y una noches. Demás está aclarar que la versión no era para niños. El libro lo tenía mamá entre otros. Por eso llegó primero a mis manos. Tampoco puedo dejar de mencionar a dos novelas que me fascinaron durante la adolescencia, Los tres Mosqueteros y El Conde de Montecristo. Pero, ¿en qué rincón atesorar otras dos novelas entrañables: Las aventuras de Tom Sawyer y La vuelta al mundo en ochenta días? ¡Qué mundos desconocidos y llenos de aventuras y misterios para una niña que recién empezaba a acariciar los libros y amarlos con toda la pasión que puede despertar la literatura. Ese mundo inquietante y mágico creado y recreado por Sheherezada colmado de genios, de hadas y de lámparas maravillosas. D’Artagnan y el siglo XVII francés y una amistad: Edmundo Dantés encerrado en un prisión donde aprende con el abate Faria más de lo que podía sospechar con su juventud. Y Tom con su imaginación desatada y su afán por disfrutar de la vida que recién empezaba y Passepartout y esa vuelta por un mundo que yo desconocía.
        Y hoy después de tantos años, quizás pueda afirmar que uno de los libros que más me conmovió fue Ensayo sobre la ceguera. José Saramago, creo, es uno de los escritores más extraordinarios que he leído. Confieso que uno de los últimos libros que leí porque estaba en la biblioteca de mi escuela es  De repente en lo profundo del bosque, de Amos Oz. Una novela corta muy inquietante que se entromete en las entrañas más profundas de tu cuerpo y de tu mente. No te deja indiferente, al contrario, no sabés por qué sinuosos caminos discurre la trama que te va enredando y amenaza con atraparte sin piedad. Otro de los autores que en su momento me conmovió tremendamente fue Patrick Süskind con sus dos famosas novelas cortas: La paloma y El perfume. Lo mismo podría decir del suizo Dürrenmatt con su novela La sospecha, autores a los que accedí a través de la Biblioteca del Instituto Goethe.
          No puedo seguir, porque la lista se tornaría interminable. Sin embargo, ¿qué hago con Cervantes y Shakespeare? Se sobreentiende que cuando leímos a semejantes monstruos de la literatura nos conmovimos hasta las fibras más íntimas. Especialmente el teatro del dramaturgo inglés, aún leyéndolo, te deja sin aliento.
           ¿Qué más puedo decir habiendo citado Las mil y una noches, a Saramago, a Mark Twain, a Dürrenmatt, Shakespeare….?
         Qué mundos insoslayables los de la ficción literaria, qué escalofríos te corren por las venas ante las palabras de un relato, de una novela o de un cuento excelentemente escrito. A ellos les debo la pasión por la lectura y por la escritura. A ellos les debo lo que soy. La literatura hizo de mí una persona sensible no sólo al arte, sino también me acercó y me permitió comprender mejor a los seres humanos. Creo que los docentes que enseñamos Literatura tenemos una chispa especial que nos permite enseñar desde otro lugar y con otra visión del mundo que nos rodea.
     La Literatura nos hace volar. Y eso no es poco para seres humanos enraizados en una tierra que, a veces, no nos permite divisar el cielo, el país de los pájaros y del viento.