UNA AUTOBIOGRAFÍA DE
LECTURA
Me resulta sumamente difícil elegir
sólo dos libros después de haber leído más de mil y un libros. ¿Cómo
seleccionar un solo libro que me haya resultado entrañable, cuando son
muchísimas las lecturas que han marcado mi vida? De todas maneras, deberé
ceñirme a la consigna. Aunque sé muy bien que se filtrará más de un título.
Sabrán disculparme. La literatura es más fuerte. Si vuelvo a mis primeras
lecturas, tal vez, me vea obligada a reconocer que uno de los libros que me
marcó la infancia y mis primeros pasos hacia el mundo de la ficción y de la
imaginación fue sin dudas, Las mil y una
noches. Demás está aclarar que la versión no era para niños. El libro lo
tenía mamá entre otros. Por eso llegó primero a mis manos. Tampoco puedo dejar
de mencionar a dos novelas que me fascinaron durante la adolescencia, Los tres Mosqueteros y El Conde de Montecristo. Pero, ¿en qué
rincón atesorar otras dos novelas entrañables: Las aventuras de Tom Sawyer y La
vuelta al mundo en ochenta días? ¡Qué mundos desconocidos y llenos de
aventuras y misterios para una niña que recién empezaba a acariciar los libros
y amarlos con toda la pasión que puede despertar la literatura. Ese mundo
inquietante y mágico creado y recreado por Sheherezada colmado de genios, de
hadas y de lámparas maravillosas. D’Artagnan y el siglo XVII francés y una
amistad: Edmundo Dantés encerrado en un prisión donde aprende con el abate Faria
más de lo que podía sospechar con su juventud. Y Tom con su imaginación
desatada y su afán por disfrutar de la vida que recién empezaba y Passepartout
y esa vuelta por un mundo que yo desconocía.
Y hoy después de tantos años, quizás pueda
afirmar que uno de los libros que más me conmovió fue Ensayo sobre la ceguera. José Saramago, creo, es uno de los escritores
más extraordinarios que he leído. Confieso que uno de los últimos libros que
leí porque estaba en la biblioteca de mi escuela es De repente en lo profundo del
bosque, de Amos Oz. Una novela corta muy inquietante que se entromete en
las entrañas más profundas de tu cuerpo y de tu mente. No te deja indiferente,
al contrario, no sabés por qué sinuosos caminos discurre la trama que te va
enredando y amenaza con atraparte sin piedad. Otro de los autores que en su
momento me conmovió tremendamente fue Patrick Süskind con sus dos famosas
novelas cortas: La paloma y El perfume. Lo
mismo podría decir del suizo Dürrenmatt con su novela La sospecha, autores a los que accedí a través de la Biblioteca del
Instituto Goethe.
No puedo seguir, porque la lista se
tornaría interminable. Sin embargo, ¿qué hago con Cervantes y Shakespeare? Se
sobreentiende que cuando leímos a semejantes monstruos de la literatura nos
conmovimos hasta las fibras más íntimas. Especialmente el teatro del dramaturgo
inglés, aún leyéndolo, te deja sin aliento.
¿Qué más puedo decir habiendo citado
Las mil y una noches, a Saramago, a
Mark Twain, a Dürrenmatt, Shakespeare….?
Qué mundos insoslayables los de la
ficción literaria, qué escalofríos te corren por las venas ante las palabras de
un relato, de una novela o de un cuento excelentemente escrito. A ellos les
debo la pasión por la lectura y por la escritura. A ellos les debo lo que soy.
La literatura hizo de mí una persona sensible no sólo al arte, sino también me
acercó y me permitió comprender mejor a los seres humanos. Creo que los
docentes que enseñamos Literatura tenemos una chispa especial que nos permite
enseñar desde otro lugar y con otra visión del mundo que nos rodea.
La Literatura nos hace volar. Y eso no es
poco para seres humanos enraizados en una tierra que, a veces, no nos permite
divisar el cielo, el país de los pájaros y del viento.