martes, 9 de diciembre de 2014

DESDE LAS PROFUNDAS GARGANTAS DE LA NOCHE


Se descolgó la luna por los oscuros tejados de la noche. Y el viento remontaba sus pétalos, brillantes como relámpagos.
  Se detuvo delante de la puerta y golpeó con cierto temor. Como dudando. No, no hubo respuesta. Esperó sin embargo pacientemente alguna señal. Nada. Ni un rumor, ni un murmullo. Solo el viento arremolinando hojas secas. Otoño. Era otoño, por fin, pero no hacía frío. Más bien un calor inusitado. Creyó escuchar una música lejana. Y hasta creyó percibir algunas palabras. No pudo o no quiso entenderlas. ¿Por qué nadie acudía a su llamada?
    Y vio su sombra manchando la blancura platinada de la luna en la vereda. Era su sombra. Entonces reparó en las ventanas. Pero también cerradas. Bajas las cortinas. Selladas.
    No quiso darse por vencido. Golpeó otra vez. Ahora con más fuerza. Decidido. Y otra vez y otra…
     Los golpes resonaron en medio de un silencio sobrecogedor. ¿O eran los latidos de su desenfrenado corazón?
     De pronto, entre el crujido lastimero de las hojas le pareció escuchar su nombre. Quizá. Podría suceder que alguien estuviera llamándolo. Sí. Le llegó su nombre deshilvanado en los hilos frágiles del viento.
      Sí, lo llamaban. Desde las profundas gargantas de la noche.